LECCIÓN No. 2  (regresar al índice)

EL HIJO ES MAYOR QUE MOISÉS

PARA ESTUDIO: Hebreos 3:1-19.
LECTURA DEVOCIONAL: Hebreos 2.
TEXTO PARA MEMORIZAR: Hebreos 3:14.

PROPÓSITO

Dar razones que demuestran que Cristo es superior a Moisés y a cualquier otro líder humano, y comprender el peligro de no confiar en Él.

INTRODUCCIÓN

     El escritor de esta carta ha procurado, en los dos primeros capítulos, dejar claro la deidad y la humanidad de Jesucristo.  Los padecimientos y su muerte son suficientes para la purificación de nuestros pecados.

     Ahora en el capítulo 3 se menciona Jesucristo como superior a Moisés.  Moisés, por su obediencia a Dios, hizo de Israel una nación grande.  Los sacó de la esclavitud en que se encontraban en Egipto.  Guiado por Dios estableció un sistema de culto diferente a los paganos.  Ningún hombre era tan reverenciado por los judíos como Moisés.  Tenían razón, pero este hombre no podía ser más que el siervo de Dios.  En cambio Jesús es el Hijo de Dios.

      El escritor de Hebreos desafía a sus hermanos santos que comparten con él, el llamamiento celestial, a que consideren cuidadosamente su profesión de fe en Cristo.  Esta consideración no deben hacerla sólo con relación a los ángeles, Adán o Abraham, sino con Moisés.

     Los hebreos consideraban la voz de Moisés como la voz de Dios.  Todos los asuntos de carácter espiritual hacían referencia a Moisés.  Transferir la fe en Dios por medio de Moisés a Jesús era muy difícil para aquellos creyentes de una fe débil y una presión grande por retornar a la ley de Moisés, en vez de permanecer en la gracia.  Según ellos, tenían mucho que decir de Moisés; pero de Jesús no tenían nada, solamente algunos milagros individuales y locales, y un pequeño grupo de despreciados seguidores.

     Moisés murió con mucha dignidad sobre una montaña y sepultado por los ángeles de Dios (Deuteronomio 34:9; Judas 9).  En cambio, Jesús murió en la forma más humillante, a tal grado que daba vergüenza hablar de su muerte.  Murió como el más despreciado y vergonzoso.  Para los creyentes judíos era incompatible que el Hijo de Dios muriera así, por eso corrían el peligro de abandonar su fe.  Por esa razón el escritor argumenta que Jesús es más grande que Moisés.  Para ello se basa en las escrituras del Antiguo Testamento.
 

DESARROLLO DE LA LECCIÓN

A.  EL FUNDAMENTO DE LA SUPERIORIDAD DE CRISTO (Hebreos 3:2-6)

     El fundamento está en el hecho de que Dios mismo lo constituyó como apóstol y sumo sacerdote del programa redentor (vss. 1-2).  En el caso de Moisés también fue fiel, pero en una función inferior.

B.  EL FUNDAMENTO ESTÁ EN LA DIGNIDAD DE LA PERSONA DE CRISTO (Hebreos 3:3-6)

1.  Jesús se identificó como constructor de la casa, no de guardián.  Él es el autor, el que proporciona la casa como propietario.  Por consiguiente, Jesús es más digno y más grande que Moisés (v. 3).

2.  Jesús es Hijo de Dios; mientras que Moisés es siervo de Dios (v. 5-6).  Moisés como siervo de Dios fue fiel en su tarea.  Jesús como Hijo de Dios, es propietario de la casa, donde Moisés fue un criado en forma temporal.

     Como los judíos cristianos estaban muy fascinados con el culto a Moisés, el autor de Hebreos les describe en estos versículos la gran superioridad e incomparable de Jesús.  El propósito es mostrarles que este siervo sufriente, mencionado por Isaías (Isaías 52:13-53:1-12), era el Mesías prometido.


C.  LAS IMPLICACIONES DE ESTE CONOCIMIENTO (Hebreos 3:6b-19)

     Como nosotros somos esa casa, encontramos aquí una clara advertencia acerca del peligro de rechazar la palabra hablada por los ángeles, las palabras del evangelio.  Si caemos en apostasía, las consecuencias para nosotros sería un castigo muy terrible.

1.  Nosotros somos la casa (v. 6b).  Es una gran declaración por el hecho de que Cristo es el dueño.  Hubo un tiempo en que había que ver a Moisés como el mayordomo de la casa, pero ahora que Cristo ha sido revelado, nuestros ojos deben estar puestos en Él.

2.  Advertencia contra la infidelidad (vss. 7-13).  Este pasaje advierte a los hermanos judíos cristianos de que sus padres también honraron a Moisés, y al principio lo siguieron, pero después se apartaron de Moisés; y que al apartarse de él, estaban apartándose de Dios también.  De ahí que Dios los desechó, y sus huesos quedaron esparcidos en el desierto, porque aquellos que salieron para llegar a Canaán, nunca llegaron.  Ahora ustedes están en peligro de repetir su pecado, les dice el escritor.

     Para no perder nuestra participación en Cristo, debemos retener firmes hasta el fin la confianza y gloriarnos en la esperanza.  Los versículos 6-14, hacen referencia al Salmo 95:7-11.

     La experiencia de la salvación para el ser humano tiende a repetirse.  Por eso, el escritor de los Hebreos les advierte sobre dos situaciones importantes.

     Primero, deben retener la confianza firme (vss. 6-14).  “Confianza (paresian), significa libertad y osadía en hablar (4:16; 10:19).  Indica un franco sostenimiento y entusiasmo por Jesús, con la disposición de proclamar nuestra fe.  La boca cerrada es señal de un corazón temeroso”, (Beacon).

     Segundo, Gloriarnos.  Este es el segundo elemento vital para nuestra fe.  En nuestra vida cristiana debemos mantener una gozosa exaltación en la esperanza cristiana. Debemos recordar que la seguridad no está en la experiencia pasada, sino en la victoria presente; no en una fe débil, sino en una fe triunfante.  Debe ser una vibrante posesión de fe que está a la ofensiva y no a la defensiva.  Esta no es una experiencia de salvación provisional (para mientras) y débil, como dicen algunos: “¡Pues aquí pasándola!”  No. Nada de eso.  Esta salvación debemos mantenerla firme y gloriosa hasta el fin.

     Durante toda nuestra prueba terrenal debemos estar sin fluctuar o aflojar nuestra vida espiritual.  Aprendamos  bien esta enseñanza, porque así debe ser hasta el final.

D.  LA PERTINENCIA DE LA ADVERTENCIA INSPIRADA (Hebreos 3:7-13)

1.  “Por eso como dice el Espíritu Santo” (v. 7.  El escritor no está solo en la declaración del peligro, porque el Espíritu Santo ya les ha dado exactamente la misma advertencia en sus escrituras.  Las enseñanzas no son sólo para aquellos, sino para nosotros también.  Recordemos que cuando Dios habla, los hombres son libres para obedecer o para endurecer sus corazones; pero deben saber que cuando endurecen su corazón, Dios los rechaza, y pierden su oportunidad.  Se les recuerda a los cristianos hebreos que en su propia historia nacional hay una triste demostración de este principio (Salmo 95:8).  Por eso hace fuerte este llamado de atención: “Que no haya en ninguno de vosotros corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios vivo” (v. 12).  Esta no es una acusación, sino es una advertencia a estar alertas contra la posibilidad de poseer, en algún momento futuro, un corazón tan malo e incrédulo.

     En la práctica, un corazón malo e incrédulo, significa falta de confianza y fe, un estado de duda y descuido.  El escritor está procurando llamar la atención de los lectores que si alejarse de Moisés, que era un hombre, tenía consecuencias terribles, cuanto más las tendrá el apartarse de Cristo, que es el Dios viviente.

2.  El medio para prevenir.  “Exhortaos los unos a los otros cada día” (v. 13).  La mejor defensa es atacar; y la mejor manera de preservar el alma propia es vigilar el bienestar espiritual de otros.  Estas son dos de las grandes responsabilidades individuales del cristiano: a) Atacar a la incredulidad.  b) Responsabilizándonos por la vida espiritual de los demás.  Esto es muy importante porque a la larga, repercute a nuestro favor.

     Esta es una preciosa enseñanza para comprender el gran significado de la vida eclesial o del por qué nosotros debemos ser parte de una iglesia.  Iglesia es ese grupo (algunas veces pequeño y otras veces grande), pero que tiene un fuerte sentido de responsabilidad de animarse en su fe, ya sea por la oración, por la alabanza y por la exhortación mutua.  Lo cierto es que son como las brasas de fuego: juntos alimentan su fuego y generan gran calor.  Separados pronto se enfrían y se apagan.

     Los judíos cristianos a quienes se les escribe esta carta, tenían dificultades para congregarse, y habían perdido el interés por su congregación.  De aquí es posible que ha surgido su espíritu apóstata que les puede hacer perder la salvación que Jesús el Hijo de Dios ha provisto para ellos.

3.  La importancia del “hoy de Dios” (vss. 13b, 15; 4:7).  Se refiere a la única oportunidad que el hombre tiene por parte de Dios de ser salvo.  No porque Dios así lo quiera, sino porque el hombre endurece su corazón (v. 15).

     El “hoy de Dios” es como el día de la oportunidad.  La puerta está abierta “hoy”.  El “hoy de Dios” también es una advertencia de que hoy, es como un día, que lamentablemente se convierte en un ayer.  La razón es porque el destino del hombre es eterno, pero ¿a dónde pasará esa eternidad?

     Ese “hoy de Dios” ya lo experimentaron los israelitas bajo la dirección de Moisés.  Ahora lo tenemos que enfrentar nosotros en Cristo.  Como el día de la gracia (Lucas 4:21-22).  El autor de Hebreos intenta decir que llegará el día cuando el “Hoy de Dios” ya habrá pasado para siempre.

4.  El peligro de endurecer el corazón por el engaño del pecado (v. 15-16).  Endurecer el corazón es la tendencia más fácil para el cristiano.  Es una necedad obstinada, fluctuante y alejada de la lealtad a Jesús.  Así como el cemento que al secarse pierde su maleabilidad, así es el cristiano de un corazón duro.  Se convierte en un apóstata.

     Por eso es necesario una actitud de alerta contra el carácter engañoso del pecado.  Muchos cristianos no cuidan su testimonio, y juegan con el pecado.  En este versículo 13, la palabra pecado (del griego, “hamartias”) “es literalmente un errar al blanco”.  Es el término más inclusivo de distorsión moral.  Se usa como principio o fuente de la acción” (W. E. Vine).

     Se ve, pues, la necesidad de la entera santificación para erradicar el pecado original.  El texto puede referirse también al pecado de incredulidad, actitud que mucha gente no cree que sea pecado.  Por eso la exhortación es mantener una firme devoción, no sea que nos engañe ese falso sentido de seguridad.

5.  La condición y el ejemplo en la historia (vss. 14-19).  En el versículo 14, notamos la expresión: “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firmes hasta el fin nuestra confianza del principio.  Notemos la repetición en Hebreos 3:1; 6:4 y 12:8.  No se está refiriendo a una adhesión apóstata (Persona que niega en su corazón la fe en Cristo Jesús, nominal o simplemente a una profesión de fe superficial).

     “El término “Hechos” combinado con nuestra confianza del principio” es notable.  La primera palabra en griego es “ginomaí” que significa: “llegar a ser”, en el tiempo perfecto, como indicación de estado presente, basado en una acción pasado, pero sostenida.  Nuestro estado de salvación, basado en nuestra pasada conversión, se sostiene en el presente solamente si nuestra confianza se mantiene firme hasta el fin de la vida cristiana.  Al principio de la conversión es ferviente, consagrada y libre de nubes.  Pero si no se sostiene así, tampoco se sostendrá nuestra participación (Apocalipsis 2:4-5).

     Esta es una advertencia muy fuerte al problema del descuido espiritual de ir permitiendo que se apague el fervor que se tuvo al principio.  El escritor hace referencia al caso histórico del descuido y pérdida en la propia historia nacional de Israel; para que no estén ahora haciendo lo mismo en su nueva participación con Cristo” (Beacon).

     Vs. 15.  Entre tanto que se dice: “Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón”, Dios dice que subsiste nuestra responsabilidad.  El fin se producirá cuando termine la prueba y ya no existe el “hoy” de salvación establecido por Dios.  Cada vez que Dios habla, en cualquier punto de la vida Cristiana, está presente el peligro de endurecer nuestros corazones cerrando nuestros oídos.  En cada una de tales crisis se hace una nueva decisión moral; rendimos nuestros corazones o los endurecemos” (Beacon).

     Se hace también una referencia al libro de Números 13 – 14, donde los israelitas se negaron a entrar a Canaán.  Luego en los versículos siguientes viene una serie de preguntas dramáticas, donde se establece la posibilidad de la apostasía y se termina cabalmente la responsabilidad.  ¿Quiénes fueron los que habiendo oído le provocaron?  ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés?  (vs. 16).  Comenzaron bien, pero no terminaron bien.  Existe este gran peligro en la vida cristiana, que al principio seamos beneficiarios de la gracia de Dios y bendecidos por sus promesas, y, sin embargo, al fin, ser completamente rechazados.

     El triste ejemplo de los judíos antiguos debe servirnos a nosotros para no cometer los mismos errores.

     “¿Con quiénes estuvo Él disgustado cuarenta años?  ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?” (vs. 17).  Dios nos tiene paciencia, pero al fin, determina dejarnos.  Dios se indigna con los pecadores obstinados que no se quieren arrepentir.

     Aquellos cuyos cadáveres quedaron esparcidos en el desierto no eran simples peregrinos que vacilaron y que por error extraviaron el camino; eran pecadores.  Su pecado de incredulidad fue la causa para que no entraran a Canaán, y quedaran sus cadáveres en el desierto.

     Es importante que notemos en la conclusión de este capítulo que no fue Dios quien no quiso entrarlos, sino que fue por su propia incredulidad.  Esta incredulidad fatal es la que describe el versículo 18:  Una deliberada negativa a dejarse corregir, negarse a creer y a obedecer, trae consecuencias trágicas.  Los israelitas que no quisieron entrar a la tierra prometida, después no entraron aunque quisieron.


CONCLUSIONES

1.  La carta que hemos notado fue escrita para los cristianos judíos que estaban a punto de abandonar su fe a causa de los sufrimientos; pero según estudiamos, es posible que el problema haya sido su incredulidad.

2.  La incredulidad y la desobediencia son dos caras de la misma moneda.

3.  Se ve el peligro de perder la vida eterna en Cristo a causa de la apostasía.  Debemos mantener esta vida que Dios quiere para nosotros.