PASAJES PARA ESTUDIO: Vean las citas en la lección.
LECTURA DEVOCIONAL: Juan 20:19-31.
TEXTO PARA MEMORIZAR: Juan 14:27.
PROPÓSITO
Comprender que Cristo es la fuente de la paz, que quiere darnos la paz y enviarnos con la paz.
I. EL DOMINGO DE LA RESURRECCIÓN (Juan 20:19-31)
Cuando Cristo entró al lugar donde los discípulos estaban reunidos, se dirigió a ellos con el saludo tradicional, acostumbrado entre los judíos: “Paz a vosotros” (Juan 20:19,21,26). Jesús apoyó el uso de este saludo mostrando que la paz es el tema central de su ministerio. También quería calmar el temor de los discípulos, quienes estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos (Juan 20:19). Tomás no estaba dispuesto a aceptar esta posibilidad de resurrección y la paz, por no haber estado presente la primera vez (Juan 20:24-25). Cristo se presentó la segunda vez y logró impartirle la paz también a Tomás. Jesús declaró que es una bienaventuranza creer en Él, sin haberlo visto personalmente.
Jesús nos dice a nosotros y a todo el mundo: “Paz a vosotros”. Es como una promesa, como un ejemplo para nosotros y como una muestra de su deseo de traernos la verdadera paz.
La paz de Jesús es una paz real y profunda que le pone fin a todos los conflictos. Sobrepasa todo nuestro entendimiento y penetra hasta los cimientos de nuestro ser. Jesucristo nos pide a que dejemos que esta paz domine nuestras vidas. Él nos conoce bien y reconoce nuestra necesidad de vivir en paz. Nos invita a dejar atrás nuestros problemas y turbaciones, y no tener más miedo. Ahora, nosotros no siempre actuamos convencidos de la garantía de la paz. Nuestras acciones no muestran mucha convicción en la paz de Jesús en nosotros. Sin embargo, la paz que Jesús prometió está en vigor a pesar de nuestra apatía. Si hemos confesado nuestros pecados a Dios y recibido su perdón, entonces la paz de Jesús está disponible para nosotros. No hay más razones para turbarnos, ni más motivos para vivir atemorizados. Lo que debemos hacer es entregarnos completamente a Dios, sometiéndonos a su dominio absoluto y aprendiendo, con su ayuda, a vivir continuamente en la paz de Jesús por toda nuestra vida.
B. JUAN 16:32-33
En Jesucristo hay paz. Él es la única fuente de paz en este mundo. Él nos da la paz a pesar de nuestros fracasos y faltas. En este pasaje, Él anuncia anticipadamente la huida de todos los discípulos, cada uno por su lado, dejándole solo. Sin embargo, sabía que el Padre no lo dejaría solo. Jesús quería que sus discípulos pudieran regresar a Él en paz, y con la confianza que siempre los aceptaría a pesar de sus fracasos. Jesús sabe que en este mundo todos tendremos aflicciones y problemas; por eso quiere que confiemos porque Él ha vencido al mundo. La victoria lograda por Él, está disponible para todos nosotros.
C. LUCAS 1:78-79
Este es el final del canto de Zacarías después que le fue abierta la boca y suelta su lengua (1:64) en el octavo día de la vida de su hijo, Juan el Bautista. Anteriormente, Zacarías había hablado en este canto acerca de Jesús (1:68-75), y ahora, acerca de Juan (1:76-79). Uno de los resultados de la venida de Dios al mundo, fue encaminar nuestros pies en el camino de la paz (1:79). ¡Oh, cuán maravilloso es que la voluntad de Dios es encaminar nuestros pies por el camino de la paz! Él quiere que tengamos paz interior y que también seamos pacificadores mientras vivamos en este mundo.
La mujer que se menciona en este pasaje, padecía de flujo de sangre desde hacía doce años (5:25). Había gastando todo lo que tenía en la búsqueda de ayuda, pero nada había aprovechado, antes le iba peor (5:26). Ella tuvo la fe necesaria de que si solamente tocaba la ropa de Jesús, sanaría de su enfermedad, y así hizo. Jesús sabía que alguien había tomado de su poder, y quería que esa persona diera testimonio de su fe en ÉL. Así que obligó a la mujer a identificarse y para que diera testimonio de la obra de sanidad hecha en su cuerpo. Después Jesucristo la confirmó completamente en su fe; luego la envió en paz, dando testimonio que su fe le había sanado. Al enviarla en paz, le dio la seguridad de que estaba completamente libre de su sufrimiento.
Cuando Jesucristo toca nuestras vidas, nos da la paz. Si deseamos la paz, es necesario que seamos tocados en nuestras vidas por el Príncipe de la Paz. Si necesitamos sanidad física, Cristo puede sanarnos, tal como lo hizo con esta mujer. Si tenemos necesidad de sanidad espiritual, Él quiere sanarnos también. Aunque tengamos muchos años de ser creyentes, todavía podemos confiar en la promesa de I Juan 1:9 y recibir nueva paz en nuestras vidas. Tal como Jesús hizo con esta mujer, nos envía en paz a nosotros también. Después de recibir esta paz, nos da la tarea de comunicarla a otros. Así que tenemos una misión de trabajar como pacificadores en el mundo.
B. LUCAS 7:48-50
La paz que experimentó esta mujer fue el resultado de recibir el perdón de sus pecados. La Biblia afirma en los versículos anteriores que esta mujer era una pecadora de la ciudad de Galilea (Lucas 7:37). Ella se reconoció pecadora, y estuvo dispuesta a dejar esa vida depravada. Por eso buscó la mejor forma de mostrar su arrepentimiento completo. Con sus lágrimas le lavó los pies a Jesús, y los enjugó con sus cabellos. Además, le besó los pies a Jesús y los ungió con perfume. Jesús, entonces, la confirmó en esta prueba de arrepentimiento total, diciéndole: “Tus pecados te son perdonados”. Así que ella quedó libre de su pecado, siendo perdonada y purificada de toda impureza e injusticia. Las palabras de Jesús: “Vé en paz”, fueron llenas de significado. Ese día fue el principio de una nueva vida para ella. Desde entonces, en adelante principiaría a experimentar la paz en su propia vida. Jesús también quiere decirnos: "Vé en paz". ¡Qué grande es esta paz que proviene de ser librados de la carga de pecado que antes llevábamos! Es un alivio que Jesús nos dé una paz maravillosa.
C. LUCAS 10:5-6
Dios nos envía en paz, y quiere que esto sea evidente en nuestras vidas. Él es la fuente de la paz y Jesús es el Príncipe de Paz. Él quiere que esta verdad la comuniquemos a todos. Nuestro deseo es estar en paz con todas las personas y de expresar esto desde el principio.
Esta perspectiva de querer estar en paz con todos, es bueno mantenerla en cualquier ministerio de visitación. Todas las casas que visitamos son lugares donde deseamos que reine la paz. A las personas les hacemos sentir que deseamos que estén en paz, y que nosotros también queremos estar en paz con ellas. Así hacemos una aplicación práctica del mandato de Jesús: “En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa”. Como esto no es una formula ritual, buscaremos palabras y modos de comunicar esta verdad en una manera natural para que las personas realmente puedan sentir que venimos en paz. Andemos, pues, con este deseo vivo de que la paz de Dios permanezca para siempre en todas las casas que visitamos. ¡Que Dios nos ayude a llevar la paz a otros! ¡Qué seamos canal de paz para llevar a las personas al Príncipe de Paz!