LECCIÓN No. 12  (regresar al índice)

“HAZNOS DIOSES QUE VAYAN DELANTE”
(Éxodo 32:1)

PARA ESTUDIO: Éxodo capítulos 32 – 34.
LECTURA DEVOCIONAL: Hechos 7:38-43.
TEXTO PARA MEMORIZAR: Éxodo 34:6.

PROPÓSITO

Mostrar que, aunque el hombre es inconstante e infiel, Dios es siempre amplio en perdonar.

INTRODUCCIÓN

     Recordemos que después de concertar el Pacto Mosaico (Éxodo 24:5-8), Moisés volvió a subir a la cima del Monte Sinaí, acompañado por Josué, mientras Aarón, Nadab y Abiú y setenta ancianos, lo esperaban (Éxodo 24:14). Estuvo allí cuarenta días (vs. 18).

     Durante ese tiempo recibió instrucciones acerca del Tabernáculo, las ropas sacerdotales y la consagración de Aarón y sus hijos.


A.  EL BECERRO DE ORO (Éxodo 31:18 – 32:1-35)

     El pueblo, inquieto porque Moisés no regresaba, exigió a Aarón: “Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le haya acontecido” (vs. 1).

     Querían un dios con rostro, con imagen, como los demás pueblos.  No pensaban en ser diferentes por su relación con Dios, como era la intención de Él.  Se refieren a su salida de Egipto, no como la redención efectuada por Dios con brazo fuerte y mano extendida, sino como la acción de “este Moisés, el varón que nos sacó” (vs. 1).

     Aarón obedeció presto a la demanda.  Mandó colectar aretes de oro de las mujeres y con todo eso hizo un becerro (más exactamente un toro).  El pueblo ya tenía un ídolo al que atribuía haberlos sacado de Egipto (vss. 2-4).  Aarón también edificó un altar para el becerro y anunció: “Mañana será fiesta para Jehová”.  Esta era tal vez la reacción de rudos ex-esclavos que habían adoptado la idolatría en su cautiverio y que rechazaban un culto sin imágenes físicas.

     Para entonces ya habían concertado el Pacto Mosaico; conocían los Diez Mandamientos que mandaban no hacer imágenes, ni adorarlas.  Era una blasfemia, un grave pecado, llamar Jehová al ídolo que habían hecho.  Parece imposible que después del glorioso éxodo y la forma portentosa como habían recibido la ley, los israelitas hubieran pronto caído tan bajo.  Pero casos similares ocurren con frecuencia aun entre cristianos, que han experimentado milagros y la salvación de Dios, y se vuelven atrás para caer en pecados aun peores que los anteriores.  Al otro día ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz, comieron, bebieron y comenzaron a celebrar (vs. 6).

     Dios le dijo a Moisés que el pueblo se había corrompido al hacer un ídolo y adorarlo.  Calificó a Israel de pueblo terco, (vss. 7-9), dispuso descargar su ira sobre el pueblo para destruirlo, y ofreció a Moisés levantar una nación a través de él (vs. 10).

     Moisés no aceptó tal oferta, sino intercedió por Israel.  Al orar aludió a la forma portentosa cómo los había sacado de Egipto, y lo que dirían los egipcios si los mataba en el desierto, (vss. 11, 12).  Le recuerda las promesas a los patriarcas fundadores del pueblo hebreo, de multiplicarlos y darles la tierra prometida (vs. 13).  El Señor mostró su misericordia y decidió no castigarlos (vs. 14).

     Moisés bajó del monte con las tablas de la Ley.  Única vez que se registra y enfatiza que estaban escritas a ambos lados.  Dios mismo las había escrito (vss. 15-16).

     Josué percibió primero el escándalo de la celebración orgiástica en el campamento y creyó que eran gritos de pelea (vs. 17).  Moisés le dijo que más bien eran cantos (vs. 18).  Al ver el ídolo y los bailes, Moisés se enardeció y quebró las tablas de piedra (vs. 19), tal vez queriendo decir que ellos habían roto el pacto.

     Moisés tomó el becerro de oro, lo metió en el fuego, lo molió, esparció el polvo en el agua y lo dio a beber a los culpables (vs. 20).  Tal vez era un ídolo de madera cubierta con laminillas de oro.

     Le reprochó a su hermano el haber traído sobre el pueblo la culpa de un gran pecado (vs. 21).  Como Adán, Aarón se excusó culpando al pueblo que era inclinado al mal (vs. 22).  Dijo que éste se inquietó al no saber de Moisés y demandó que les hicieran dioses (vs. 23).  “Y me lo dieron –el oro- y lo eché en el fuego, y salió este becerro” (vs. 24).  ¿Quería con su simple explicación implicar que el ídolo apareció por milagro?  Si la gente le pidió un ídolo, no debió hacerles también un altar y actuar como su sacerdote.  Isaías 44:9-20 describe cómo los paganos hacen sus ídolos.

     Al ver el desenfreno del pueblo que Aarón había permitido, y la vergüenza que esto causaría entre sus enemigos, Moisés retó al pueblo a expresar su lealtad a Jehová, al culto sin imágenes y a las altas normas morales demandadas por Él.  Toda la tribu de Leví se solidarizó con él (vss. 25, 26).  Moisés les ordenó ejecutar juicio contra los idólatras.  Los levitas debían matar a espada a los culpables, fueran amigos o parientes (vs. 27 y 28).  No eran todos los culpables, pero su muerte fue un juicio ejemplar inmediato.

     Ese acto de fidelidad y servir como instrumento de juicio contra los idólatras, consagró a los levitas aquel día.  Era una guerra sagrada, como lo sería después la guerra contra los cananeos.  No fue el acto de venganza en sí, sino el acto de lealtad a Jehová, por lo que Leví fue consagrado para Su servicio (vs. 29).

     Al día siguiente, Moisés les recordó su gran pecado y ofreció que subiría de nuevo al monte para interceder por ellos (vs. 30).  Así lo hizo (vs. 31).  Pidió a Dios que perdonara al pueblo de la pena de muerte que merecía la idolatría (Éxodo 22:20).  Si no había perdón, pidió morir él también con ellos.  Algunos interpretan que pidió morir no con el pueblo, sino en vez de éste (vs. 32).  Así rechazó otra vez la oferta de ser el padre de una gran nación.

     Tal vez pedía una muerte en substitución por el pueblo, porque Dios le responde que cada uno cargará con su pecado y no otro (vs. 33).  Compárese con la actitud de Pablo en Romanos 9:3, cuando dice que estaría listo a ser separado de Cristo y condenado, si con ello pudiera salvar a sus hermanos judíos.

     El libro aludido aquí es el de los vivientes o libro de la vida, de Isaías 4:3; Filipenses 4:3 y Apocalipsis 3:5.  Esto implica también que la vida y la muerte sólo están en las manos de Dios.  Quien pecara sería borrado del libro de la vida (vs. 33). Al interceder por su pueblo y ofrecer morir por él en sacrificio vicario, Moisés es un tipo de Cristo.

     Dios reiteró a Moisés que llevara al pueblo hasta la Tierra Prometida, pero no de inmediato, pues no les haría ningún bien.  Caerían de nuevo en idolatría.  La generación adulta debería perecer en el desierto, pues no había entendido el verdadero propósito de Dios al sacarla de Egipto.  Una nueva generación lo haría mejor.  Dios preservaría su vida, pero no poseerían la tierra (vs. 34).

     No se dice qué castigo sufrió el pueblo por su idolatría (vs. 35).  Tal vez una de las varias plagas que sufrieron en el desierto, o el no poder entrar en la Tierra Prometida.


B.  LA PRESENCIA DE DIOS PROMETIDA (Éxodo 33:1-23)

     En Su misericordia, Dios reiteró a Moisés su promesa a los padres de poseer Canaán (vs. 1).  Los israelitas habían demandado imágenes visibles que fueran delante de ellos, pero Dios les dijo que un ángel invisible los acompañaría, y que Él echaría a los cananeos (vs. 2).  Muchos creyentes de hoy quieren también caminar con evidencias tangibles, mientras que Pablo dice que “por fe andamos, no por vista” (II Corintios 5:7).

     Como medida para protegerlos, Dios mismo ya no iría con ellos, sino Su ángel, pues eran un pueblo “de dura cerviz”, y podría consumirlos en su ira (vs. 3).  Al oírlo se entristecieron tanto, que vistieron de luto (vs. 4).  Dios les mandó quitarse sus adornos de oro (vs. 5), lo cual hicieron para siempre desde Horeb (vs. 6).  Entre los pueblos antiguos, Israel parecía puritano, tanto por sus normas de conducta, como por su apariencia.  El oro usado para fabricar ídolos se usaría en el Tabernáculo para honrar a Dios.

     Aunque Dios ya no estaba en medio de Su pueblo, su presencia no los abandonaría completamente.  Moisés levantó el Tabernáculo de Reunión, donde podían buscar a Dios en oración (vs. 7).  Esta tienda estaba fuera del Campamento.  Al entrar Moisés en él, todos miraban desde sus tiendas (vs. 8).  La columna de nube descendía hasta la puerta y Jehová hablaba con Moisés (vs. 9).  Mientras, el pueblo adoraba a Dios (vs. 10).

     Adorar es ser uno consciente de su bajeza e indignidad ante la majestad y santidad de Dios, ante la cual se postra reverente, abrumado por su poder, y agradecido por Su misericordia y Su gracia.  Es ser consciente de estar ante el eterno y perfecto Dios.

     “Jehová hablaba a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (vs. 11).  Moisés volvía al campamento, pero Josué, su fiel ayudante, nunca dejaba de servir en el tabernáculo.  Sólo él servía allí.  Más adelante sería el protagonista de la conquista de la Tierra Prometida y el gran líder que mantuvo al pueblo en los caminos de Dios, mientras vivió (Josué 24:31).

     No se menciona a los levitas ni a Aarón.  Esta transición entre la caída de Aarón y la construcción del Tabernáculo, fue un tiempo para su restauración antes de asumir su cargo como Sumo Sacerdote.  Moisés y Josué eran los intermediarios por entonces.

     Dios negó su presencia al rebelde Israel, pero no a sus siervos Moisés y Josué.  Moisés le dijo a Dios que no le había revelado a quién enviaría para acompañarlo en su viaje (vs. 12).  ¿Preguntaba por el ángel que lo acompañaría, o por un ayudante humano?  Si era esto último, ya sabemos que Josué fue el señalado.

     Le dijo a Dios que aquél era Su pueblo (vs. 13).  Dios le respondió “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”.  ¡Qué promesa tan hermosa!  Cuánto nos levanta el saber que estamos siendo guiados y protegidos por Dios.  La respuesta de Moisés fue muy sabia.  Si Dios no iba con ellos, prefería no marchar.  Además, pidió que él y el pueblo fueran algo aparte, especial, un pueblo santo (vss. 15, 16).  Nuestra vida cristiana tiene que mostrar que somos diferentes del mundo que nos rodea: nuestro vocabulario, ropa, valores, conducta diaria, diversiones, perspectiva de la vida, costumbres, etc.  Es un tema poco tocado hoy, pues muchos ya no quieren diferenciarse.

     Dios ofreció cumplir el deseo de Moisés, por haber hallado gracia en sus ojos y serle fiel en la tarea a la cual lo llamó (vs. 17).


C.  EL PACTO RENOVADO (Éxodo 34:1-10)

     Dios mandó a Moisés preparar otras tablas como las anteriores, para escribir de nuevo la Ley.  Habría de subir al Sinaí otra vez, pero, como antes, ni humano ni animal tocaría el monte (vss. 1-4).

     Dios descendió en la nube y proclamó su naturaleza perdonadora: “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado”.  Reiteró aquí su promesa en el segundo mandamiento, acerca de bendecir hasta la milésima generación y castigar hasta la cuarta (vss. 5-7).  Lea Deuteronomio 7:9.

     El cristiano adoptado como hijo de Dios, después de un genuino arrepentimiento, conversión y nuevo nacimiento, es inmediatamente librado de las consecuencias legales del pecado.  Gálatas 4:6,7 dice: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!  Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.

     El cristiano no tiene que hacer ningún rito o ceremonia especial para deshacerse de “maldiciones ancestrales”, como enseñan algunas falsas doctrinas.  La conversión sincera y total nos libera de toda maldición de la Ley (Gáltas 3:13).

     Ante la presencia de Dios, Moisés inclinó su cabeza y adoró (vs.8).  Oró a Dios que, por cuanto había hallado gracia en sus ojos, que Él fuera en medio de ellos, perdonara su pecado y los tomara como Su heredad (vs. 9).  Dios respondió que seguiría obrando maravillas especiales para ellos, nunca vistas por otro pueblo (vs. 10).


D.  ADVERTENCIA CONTRA LA IDOLATRÍA DE CANAÁN (Éxodo 34:11-17)

     La ley era un pacto condicionado.  Dios prometió maravillas para Israel si se guardaba de la idolatría.  Él echaría a los cananeos, pero les prohibía hacer alianzas con ellos, para no caer en sus pecados.  Habrían de destruir los altares e imágenes de madera de la diosa Asera –llamada también Astoret, Astarte o Baalit.  El culto a esta diosa de la fertilidad, contraparte femenina de Baal, incluía prostitución ritual.  En tiempos de decadencia espiritual Israel caería en ese culto muchas veces, aunque en tiempos de avivamiento, destruía sus altares (vss. 11-13).

     Dios reiteró su estricto mandamiento de no fabricar imágenes, ni honrar a otro dios, “pues Jehová, cuyo nombre es Celoso; Dios celoso es”.  La prohibición de alianzas incluía matrimonios con los paganos, para no caer en sus cultos orgiásticos (vss. 14-17).

     II Corintios 6:14 manda: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos”.  Los matrimonios con no cristianos han hecho que los creyentes decaigan en su fe, o la dejen totalmente.  Hay que orientar temprano a los jóvenes para que eviten tales uniones.

     Los versículos 18-26 son un resumen del pacto mosaico.


E.  MOISÉS Y LAS NUEVAS TABLAS DE LA LEY (Éxodo 34:27-35)

     Una vez más Moisés estuvo con Jehová cuarenta días en ayuno total, y escribió lo que había escuchado (vs. 28).  Dios reescribió los Diez Mandamientos, según dice el versículo 1.

     Al bajar del Sinaí con las tablas del testimonio, Moisés no sabía que su rostro resplandecía y la gente tenía temor de acercársele.  Cuando Moisés los llamó, se acercaron y él les repitió lo que había recibido (vss. 29-32).  Luego cubrió su cara con un velo.  Al entrar en el Tabernáculo de Reunión para hablar con Dios, se quitaba el velo.  Al salir se lo ponía (vss. 33-35).  Compare Mateo 17:3.

     Si no hasta el punto de resplandecer como Moisés, cuando un cristiano tiene una experiencia real con Dios, una bendición muy profunda de Él, su rostro irradia una bendición que todos notan.


PREGUNTAS PARA CONSIDERAR

1.  ¿Qué debemos hacer para no apartarnos de Dios después de haber experimentado sus maravillas en nuestra vida?

2.  Si incurrimos en pecado y Dios nos perdona, ¿qué medidas debemos adoptar para no caer de nuevo?

3.  ¿Cómo refutamos la enseñanza de que la salvación no se pierde?